

Escondida tras una fachada tradicional que no nos deja
intuir qué sucede dentro (a no ser que alguien se deje la puerta abierta), se
encuentra un mundo en el que la combinación entre interior, exterior y verde es
perfecta.
No se nos ocurre mejor ejemplo de vivienda entre medianeras que el de hoy.
Estas casas suelen tener el inconveniente de ser muy
estrechas y profundas (¿recuerdas la Saigon House?), por lo que el reto
consiste casi siempre en captar la mayor cantidad de luz natural. Cosa que, en este
ejemplo, se consigue con la creación de grandes patios que, además, están repletos
de vegetación. Estos (uno en medio y otro al fondo) funcionan como dos grandes
bombillas que iluminan y dividen la casa, creando increíbles efectos de
reflejos y transparencias. Hacia ellos miran, por supuesto, todas las estancias
de la casa (si nos dieran a elegir entre una calle bulliciosa o un patio con
plantas y árboles, ¡lo tendríamos clarísimo!).


Estos espacios exteriores dentro de la casa juegan también a
ser calle: su suelo es de adoquín de piedra (fíjate en cómo cambia sutilmente
su dirección en determinadas áreas), sus árboles están iluminados y sus
fachadas son de chapa metálica (un nuevo ingrediente que sumar a la colección
de reflejos); decisión que nos parece muy inteligente: si no puedo mirar hacia
una calle de verdad, me la invento (genial, ¿no?).

Y a un lado, recogida, la segunda protagonista después de
los patios: la escalera de caracol, de chapa muy fina de acero corten, que se siente
prácticamente como una escultura. Tiene su propio espacio, que no se coloniza
por nada ni nadie, para recorrer la casa en vertical, desde la planta baja
hasta el segundo piso.

Si hacemos una parada en la primera planta (después de haber
atravesado el patio central para llegar hasta la delicada escalera) intuiremos, a través
de los vidrios de la fachada, a un lado una sencilla y enorme cocina con una isla forrada en chapa metálica (¿para qué
más?) y al otro, un salón biblioteca que descansa sobre el patio trasero,
repleto también de enredaderas de colores.
¡No nos importaría desaparecer un
otoño en esta casa! (y si es acompañados de nuestra selección, mejor que
mejor).


En cuanto al uso de materiales, no son necesarios
ingredientes extras cuando el espacio es el que es, pero es fundamental que,
aunque sean pocos, sean los correctos (como en este caso). El adoquín del exterior
dialoga a la perfección con la tarima de madera industrial del interior (solución
de la que no os hemos hablado en nuestro post de suelos pero que, confesamos,
también está entre nuestras opciones favoritas). Su tono claro pero muy cálido
es el contrapunto ideal, junto con la vegetación, para que la fachada de vidrio
y chapa, las paredes y muebles blancos, la escalera de acero y la piedra gris
de los patios no conviertan esta casa en un lugar frío e impersonal.
Qué fácil y difícil a la vez, con tan poco, conseguir tanto.

¿Qué te ha parecido? ¿Te perderías con nosotros durante un
otoño en Sevilla, dentro de esta casa? ¡Esperamos que te haya encantado!
H
0 comentarios :
Publicar un comentario